Cómo potenciar y gestionar nuestros compromisos

«Cuando las expectativas de uno son reducidas a cero, uno realmente aprecia todo lo que si tiene.” Stephen Hawking.

Posiblemente y sin ser conscientes de ello, en nuestro día a día nos dejamos llevar por nuestras expectativas y pocas veces asumimos compromisos reales con la gente de nuestro entorno (profesional y personal). Y, ¿a qué me refiero cuando hablo de expectativa? Al deseo y esperanza de conseguir algo u obtener un determinado resultado.

En el trabajo, ¿alguna vez habéis esperado que os entregaran un informe con unas características determinadas  y en un plazo determinado y no ha sucedido así? Voy a daros un ejemplo muy sencillo y clarificador: Un jefe que le pide a su assistant que quiere un informe sobre las ventas del último trimestre. Sin decirlo ni hacer la petición, él espera que su assistant le entregue un informe lo más sintético posible (de una o dos páginas) y tenerlo encima de su mesa al día siguiente. Por el contrario, lo que entiende e interpreta la assistant es que quiere un Laver Consultoresinforme lo más detallado posible (diez páginas) y que su entrega no es lo más urgente en su lista de tareas pendientes, por lo que da prioridad a otras. De modo, que se esmera en elaborar un informe lo más extenso posible y al cabo de tres días se lo presenta. Cuando se lo entrega se da cuenta que todo el tiempo que ha invertido ha sido en balde pues el informe no tiene nada que ver con lo que quería su jefe y encima se ha ganado una “bronca” por haberlo entregado tarde (teniendo en cuenta que él esperaba tenerlo 24 horas después de habérselo pedido encima de su mesa). En este caso, se ve claramente como el jefe tenía unas expectativas pero no las había expresado ni compartido. Esperaba que su assistant lo supiera y al final no ha obtenido el resultado que esperaba.

Es por ello que podemos afirmar que las personas que viven únicamente en las expectativas, viven alejadas de la acción y esperan que se produzcan determinadas cosas, pero no actúan de forma abierta y directa para lograr aquello que desean.

El hecho de no expresar nuestras necesidades hace que nos sintamos insatisfechos y frustrados porque no llevamos a cabo ninguna acción que nos comprometa con aquello que deseamos obtener.

¿Qué hace que nos mantengamos en el mundo de las expectativas?

  • La obviedad. Es decir, cuando para nosotros está tan claro cómo han de ser las cosas que no se nos ocurre pensar que el otro puede tener una visión totalmente distinta a la nuestra. Fijaros en el ejemplo que os hemos dado del jefe y su assistant, en este caso el jefe no ha traducido sus expectativas en una petición y esto ha generado que haya un error de interpretación.
  • Cuando dejamos de hacer peticiones de forma franca y abierta. Posiblemente lo hagamos para evitar un no, para no mostrar la vulnerabilidad de necesitar algo o porque pensamos que el otro tiene que saber lo que necesitamos.

En la expectativa no hay conversación, hay exceso de “yo espero” “yo creía que” “yo había dado por hecho”. Y esto provoca que haya queja, frustración, resentimiento y que no se hagan peticiones.

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En cambio, cuando nos comprometemos con nuestras necesidades y deseos, sí que pasamos a la acción de forma directa y franca. Ponemos nuestro compromiso en aquello que queremos lograr y esto nos permite hacer peticiones directas, mostrarnos vulnerables y arriesgarnos a que nos digan que no. Generamos las conversaciones necesarias para acordar y obtener el compromiso del otro. De esta manera, podemos hacer peticiones y ofertas, cerrar acuerdos o reclamar cuando no se cumplen las promesas.

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