“La confianza en uno mismo es el primer secreto del éxito.” Ralph Waldo Emerson.
Quiero empezar el post, explicando lo que es para mí la zona de confort e intentar que sea sencilla y clarificadora para todos vosotros. Quiero que penséis qué palabra os viene a vuestra mente cuando escucháis confort. A mí, la primera que me viene es comodidad. Todos y cada uno de nosotros tenemos nuestra propia zona de confort y para mí no es algo consciente pero cuando estamos en ella sentimos que nos movemos como pez en el agua, que controlamos, dominamos, que nos manejamos bien porque es una plaza en la que estamos muy habituados a torear y estamos cómodos porque todo nos resulta familiar (incluyendo situaciones que pueden ser desagradables). Realmente estando ahí, nos sentimos seguros y tranquilos.
¿Y qué es lo que nos impide salir de la zona de confort? Podemos encontrar muchos motivos que justifiquen el por qué no salimos de nuestra zona de confort. Uno de ellos puede ser el miedo, sí miedo a lo desconocido, a probar algo distinto a lo que estoy habituado a hacer y a no saber qué va a pasar fuera de mi parcelita en la que siento que tengo cobijo.
Recuerdo que durante mi formación como Coach, en mi trabajo me dedicaba al 100% a llevar procesos de selección. En aquel entonces, mi jefe ya me había sugerido que empezara a hacer actividad comercial. Por mi parte era algo que no despertaba mi interés y como el volumen de procesos que llevábamos era tan grande, recuerdo que me excusaba diciendo que no tenía tiempo (vaya excusa barata). Poco a poco, y cuando el volumen de trabajo empezó a disminuir por causa de la crisis, empecé a darme cuenta que hacer actividad comercial se estaba convirtiendo en algo necesario pero había algo en mí que me impedía hacerlo. Se mezclaban mi miedo e inseguridad a algo que no había hecho nunca, dudaba de mis propias capacidades y tenía grabadas las palabras “no puedo, no puedo”.
Y con todos estos miedos, dudas, inseguridades y pensamientos, empecé un proceso de coaching que me ayudó a dar el salto y salir de mi zona de confort, a arriesgar y probar hacer algo que antes no había hecho, a demostrarme a mí misma que sí que era capaz de hacer actividad comercial y que la única que se estaba limitando y cerrando las puertas era yo. Os mentiría si os dijera que al principio no me costó y que no me puse nerviosa, ¡¡claro que sí!! Pero poco a poco, fui aprendiendo de los errores y empecé a sentirme más cómoda, a dejar que mis nervios me dominaran y a sentir que fluía mucho más cuanto más tranquila estaba. Son aprendizajes que he ido incorporando desde mi “primer gran debut” y hoy, después de cinco años, mucha parte de mi trabajo implica hacer actividad comercial.
Al fin y al cabo, el que uno decida o no salir de su zona de confort es una cuestión de actitud. Desde aquí, os animo a que probéis, arriesguéis, deis el paso a salir de vuestra zona de confort y veáis que nuevos resultados obtenéis.