“Nadie cambia si no siente la necesidad de hacerlo.” Henry Ford.
Posiblemente lo hacemos inconscientemente pero cuántas veces damos por sentado algo (damos por hecho o asumimos) sin tener en cuenta al resto de partes implicadas en el asunto. Lo hacemos más veces de lo que creemos y nos olvidamos de algo y es que cada uno de nosotros interpreta la realidad bajo su propio mapa mental y este no tiene por qué ser el mismo que el nuestro. Pensemos en situaciones de nuestro día a día para verlo más claro.
Poneros en situación, cuando trabajamos en equipo. Pensar en las veces que tendemos a dar por hecho que todos estamos hablando de lo mismo o que cuando alguien lanza una idea (mensaje) el resto de personas entiende lo mismo que yo o lo que quiero que entiendan. Nos olvidamos que cada uno interpreta la realidad desde su propio mapa mental (sus experiencias, emociones, valores y creencias). Y ¿qué es lo que nosotros podemos hacer distinto? Preguntar. Una buena pregunta a formular podría ser: De lo que he comentado hasta ahora, ¿qué habéis entendido? Simplemente os servirá para chequear y saber qué es lo que está entendiendo el otro. Si evitamos la pregunta, optamos por la opción más fácil que es presuponer que me está entendiendo y si después me doy cuenta que ha entendido algo distinto, ¿la culpa de quién es? Del otro, claro. Empecemos a asumir nuestra parte de responsabilidad y dejemos de ponerla toda en el otro. Por ejemplo: “la culpa es suya por no haber prestado atención” o “la culpa es suya por no haber preguntado”.
Otras veces, damos por hecho que algo ha de hacerse de una determinada manera (y solo de esa manera) porque es como viene haciéndose desde “siempre”, “desde que estamos en la compañía” o “desde hace cinco años”. Y las preguntas que lanzo para vuestra reflexión son: ¿La única manera de hacerlo es esta? ¿Está prohibido hacerlo de una manera distinta? Adoptando esta postura estamos eligiendo quedarnos en nuestra zona de confort (la que conocemos, controlamos y dominamos), estamos eligiendo no arriesgar a probar nuevas opciones u alternativas. Posiblemente el miedo a lo desconocido, el miedo a equivocarnos nos esté limitando. Muchas veces, somos nosotros mismos los que nos cerramos las puertas a innovar, a probar hacer algo distinto, a ver qué es lo que sucede y que nuevos resultados obtenemos.
Podría mencionar muchísimas ocasiones en las que damos por sentado algo y nos equivocamos. Sin ir más lejos, hace poco di por hecho que por retrasar diez minutos una sesión no iba a suceder nada. Me equivoqué, vaya si me equivoqué. En definitiva, no había tenido en cuenta a la otra persona para tomar la decisión y que aquella persona había dejado de hacer determinadas cosas para llegar con puntualidad a la sesión. Así que imaginaros su reacción cuando le digo, como cosa hecha “¿me das diez minutos y empezamos?”.
También puede suceder, que demos por sentado qué es lo que está necesitando el otro. Y estoy convencida que en muchas ocasiones nuestra intención es buena, pero en algún momento hemos parado a preguntarnos: ¿realmente es lo que necesita o es lo que nosotros creemos que necesita? ¿Qué nos hace pensar que necesita esto y no aquello? Qué es lo que nos impide preguntar, ¿qué es lo que necesitas? Está claro que podemos justificarnos diciendo, “pues si sabe qué es lo que necesita que lo pida”. Pero quiero que vayamos un paso más, que no carguemos toda la responsabilidad en el otro, que nos ocupemos de lo que sí que depende de nosotros y que en este caso sería preguntar.
Y ¿qué podemos hacer nosotros? Podemos dejar de buscar excusas, dejar de culpar a los otros y asumir nuestra parte de responsabilidad (entendiendo que responsabilidad no es sinónimo de culpabilidad) en el asunto. En definitiva poner el foco en nosotros y no en los otros.