Hoy quiero dedicar el post a reflexionar sobre la diferencia entre preocuparse y ocuparse, entender su significado y ver qué implicaciones tiene cada una de ellas.
Lo que hacemos cuando nos preocupamos, es estar dando vueltas a la cabeza a diferentes alternativas sin llegar a ninguna solución que nos convenza. Todas las opciones que nos planteamos nos parecen inadecuadas y somos incapaces de tomar decisiones. Estamos bloqueados y generamos conversaciones de no posibilidad.
Hacemos uso de un lenguaje victimista, estamos convencidos que no podemos hacer nada y que el problema no depende de nosotros. Optamos por la opción fácil y atribuimos la causa de nuestras dificultades a terceras personas o elementos externos. Es más fácil echar las culpas a otros que mirarnos a nosotros mismos, asumir nuestra parte de responsabilidad (que no culpabilidad) y ver qué es lo que podemos hacer.
En cambio, cuando nos ocupamos de algo, tenemos un plan de acción y la sensación de que hay una oportunidad, una posibilidad de resolver la situación. Generamos conversaciones de posibilidad y nos sentimos con la capacidad de resolver los problemas de nuestro día a día. El hecho de pasar a la acción y actuar, hace que las preocupaciones tiendan a desaparecer. En definitiva, valoramos el problema como un reto o una oportunidad.
La buena noticia es que todos nosotros tenemos la capacidad de elegir y decidir qué queremos hacer. De qué sirve preocuparse, ¿Sirve de algo seguir instalado en la preocupación? Hay que atreverse a “soltar”, ver qué podemos hacer y actuar.