“El talento para ser feliz es apreciar y querer lo que uno tiene, en lugar de lo que no se tiene.” Woody Allen.
La semana pasada tuve el placer de asistir a un foro para el desarrollo del talento y la competitividad en las organizaciones.
Los ponentes de la jornada hablaron de conceptos como marca personal y la importancia de apostar por la relevancia (Buscar qué le importa a la gente de todo lo que yo tengo), la reputación (Hay que estar contra algo para ganar reputación. Pensar en qué haría una marca sin su enemigo, por ejemplo, Coca Cola vs Pepsi) y la resonancia (Encontrar la manera de suplir aquello que te falta con aquello que te sobra).
También se habló del talento, de tener proyectos y fluir y del compromiso. Conceptos que personalmente he escuchado millones de veces y que como profesional de Recursos Humanos me reafirman en lo importantes que son las personas que trabajan en nuestras organizaciones y en que pongamos el foco en ser capaces de poner en valor qué es lo que hacen bien esas personas.
Una vez más, me doy cuenta de lo importante que es que definamos cuáles son nuestros proyectos (tanto personales como profesionales), qué es lo que queremos conseguir y qué retos nos planteamos. Que le pongamos un rumbo a nuestro barco, que sepa cuál es el destino al que nos dirigimos y a partir de ahí, empecemos a navegar y a fluir en el trayecto.
Otro concepto del que se habló fue del compromiso. Podría escribir un post dedicado a este tema pero hoy solo quiero compartir la idea que expuso uno de los ponentes. Al hablar de compromiso habló de la energía que le ponemos al proyecto, de cómo conseguimos que la gente se comprometa y se lo pase bien. Desde mi humilde opinión, creo que para conseguirlo debemos dar confianza a las personas, creer en ellas y hacer que ellas crean en el proyecto igual que nosotros.