De todos es sabido que el Derecho sirve para regular los comportamientos que surgen dentro de una comunidad de personas determinadas, ordenarlos y darles soluciones justas.
Nuestra sociedad actual, las personas y las empresas que la forman, andan perdidos buscando soluciones para reencontrar la paz social y el equilibrio económico, que finalmente, solo podrá conseguirse, con un cambio de actitud de todos los que formamos parte de esta nueva era.
Leyendo a Daniel H. Pink en su libro “La sorprendente verdad sobre qué nos motiva”, y reflexionando sobre sus contenidos, he llegado a la conclusión que sólo desde el COMPROMISO con nosotros mismos y con la sociedad en la que vivimos podremos salir de este momento tan complicado para todos.
Pero los pensamientos, si no se llevan a la acción, en realidad se diluyen, y por ello, me gustaría exponerles una serie de valores y actitudes que la sociedad espera de los nuevos ASESORES 3.0 que son aquellos que realmente se comprometen con su cliente, con la administración y con la sociedad en general. Son los que van a prestar servicios de calidad en aras a una tributación justa para todos, y de acuerdo con unos intachables principios personales que confluyen con los principios vigentes en nuestro marco constitucional que ha de ser el faro de nuestras actuaciones.
La aplicación del sistema tributario, y por tanto, las actitudes de los asesores, se han transformado. Los medios informáticos que utiliza la Agencia Tributaria para tener información de las transacciones económicas, junto con las distintas medidas legales establecidas recientemente, para controlar cualquier posible movimiento económico, con el fin de someterlo a la tributación correspondiente, hace que nos planteemos las nuevas funciones del asesor y las demandas actuales de los clientes.
Al asesor tributario, hasta hace pocos años, se le exigía reducir la fiscalidad del cliente hasta límites controvertidos, que, posteriormente, tendrían dos caminos, o la suerte de la prescripción o la lenta discusión ante los tribunales, con el resultado incierto que supone acudir a estos estamentos y el excesivo coste económico en el supuesto de no tener el éxito esperado.
Este modelo de asesor no concuerda en estos momentos con lo que nuestra sociedad de forma global nos exige a todos, para que, el proceso de transformación social, sea una realidad que nos devuelva la paz perdida.
De este modo, surge la figura del ASESOR 3.0, profesional que debe actuar en su trabajo cotidiano de acuerdo con los principios necesarios para que la transformación económica y social sea posible, comprometerse con ellos y transmitir a sus clientes que es lo que más les conviene.
Si reflexionamos sobre los cambios de actitud del contribuyente, fijando la mirada una década atrás, vemos que el contribuyente ha tomado conciencia de que la Administración Tributaria puede llamar a su puerta un día y eso le va a cambiar la vida, pues en su momento se escapó de pagar los impuestos que le correspondían y ahora tiene esa mochila en sus espaldas, que solo se va descargando conforme aparece la prescripción de cada uno de los años en que no tributó correctamente.
El miedo se ha apoderado de muchos, de ahí el número de contribuyentes que se han acogido a la reciente “amnistía fiscal”, declarando beneficios no declarados y que a pesar de los millones “aparecidos” parece ser que no son tantos como la Administración esperaba.
El contribuyente, quiere en estos momentos, un asesor comprometido con su patrimonio, que le dé la tranquilidad que el esfuerzo por conseguirlo merece y que no va a peligrar por haber realizado “ingeniería tributaria”, no siendo tal vez plenamente consciente de ello.
Por otro lado, actualmente, el saber que solo con un reparto real de la carga tributaria en función de las distintas capacidades económicas podremos financiar los gastos públicos y equilibrar la maltrecha economía nacional, nos obliga a replantear nuestros propios principios de actuación.
Pero también es necesario que la actuación de las personas que representan a la Administración sea congruente con los mismos principios para lograr una cohesión social que nos lleve a la prosperidad del país.
Estas actitudes han de permitir no solo que los contribuyentes paguen los impuestos de forma estricta, sino que también la Administración no exija mediante sus liquidaciones de gestión o de inspección, tributos que no corresponden y que después los Tribunales de Justicia han de sentenciar, con los costes que eso supone para la propia administración, debiendo hacer frente además a los gastos que generan los avales bancarios que garantizan las liquidaciones cuestionadas.
Para formar parte del grupo “ASESOR 3.0” para conseguir una TRIBUTACION 3.0 es necesario seguir, entre otros, estos principios en nuestro trabajo diario:
a) Concienciar a los clientes que todos formamos parte de una sociedad, con unos principios constitucionales basados en el criterio de que todos debemos tributar de acuerdo con nuestra capacidad económica, porque de este modo estamos contribuyendo al bien común, pero sobre todo, esta actitud le va a permitir contribuir a mejorar su propia valía por estar reafirmando sus propios valores éticos.
b) Explicar a las empresas que tributar correctamente equivale a un seguro de vida para su patrimonio y para su empresa, pues hacer frente al procedimiento sancionador si se diera el caso, puede llevarle al desastre económico y quitarle su medio de vida.
c) Superar el viejo modelo social de las relaciones con el Estado que “yo hago como que te pago y tú haces como que me prestas servicios”. Si nos comprometemos a realizar la labor de que los contribuyentes paguen los impuestos que les corresponden, la Administración ha de comprometerse a gestionarlos honradamente, a velar por el uso adecuado de ellos, con esa máxima tan manifestada en nuestros foros que dice “con la diligencia de un buen padre de familia”. Si los asesores nos erigimos con esta bandera el cambio es posible.
d) De forma paralela, es necesario una formación adecuada por parte de los asesores, sobre la normativa existente para garantizar a los clientes, que se les va a aplicar en su asesoramiento todas las bonificaciones y exenciones posibles, así como una planificación fiscal adecuada de acuerdo con estos planteamientos, con un nuevo sello de calidad, que garantice estos resultados. Todo el personal de las asesorías debe estar de acuerdo con esta filosofía y asumirla en su trabajo diario, formarse para ello, pues solo con una motivación interna de todos los que intervienen el objetivo puede ser posible. Automáticamente los valores de la asesoría crecen exponencialmente y ello puede revertir en un incremento de clientes responsables que van a colaborar para que nuestro trabajo alcance la calidad necesaria para evitar las múltiples sanciones derivadas de la falta de comunicación eficaz.
Para que se pueda iniciar el camino de la TRIBUTACION 3.0, además hace falta que la Administración Tributaria también actúe de acuerdo con unos principios, pues a pesar que publica que la gestión tributaria debe configurarse no como un procedimiento de partes enfrentadas, sino como una colaboración para un fin común, sus actos de liquidación con un claro afán recaudatorio han de desaparecer.
Sería interesante la creación de un órgano intermedio compuesto por un grupo de profesionales independientes que actuaran como mediadores previos entre la administración tributaria y el contribuyente para decidir la procedencia o no de la emisión de liquidaciones, que ayudaría a resolver inicialmente la gran litigiosidad de nuestros tribunales contenciosos y seguro que se generarían menos perjuicio a los contribuyentes, no solo de forma directa, sino también de forma global, al no tener que sufragar el estado, que somos todos, los costes de los litigios en que el contribuyente tiene la razón.
El siguiente paso para que la filosofía 3.0 avance, sería lograr los cambios legislativos necesarios para equilibrar la normativa de todo el sistema tributario para que este realmente fuera “justo” y “no confiscatorio” según los preceptos constitucionales.
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