Hay una frase de Guillen George Ward que quiero compartir con ustedes para introducir el escrito,
“el pesimista se queja del viento, el optimista espera a que cambie y el realista ajusta las velas”.
Tanto por mi experiencia personal como profesional, cada día estoy más convencida de que la actitud que decidamos adoptar influye directamente en los resultados que obtenemos.
Tenemos la opción de adoptar el papel de víctima y en la que parece que lo que sucede a nuestro alrededor no va con nosotros. Escogiendo esta opción y ante cualquier acontecimiento o situación, realmente resultará difícil que encontremos opciones que nos ayuden a encontrar la solución o cuál es el camino a seguir. Podemos hacer un símil con un barco que sólo navega dejándose llevar por las variables externas (factores climatológicos por ejemplo) y en el que no hay un capitán qué asuma el control, decida qué acciones poner en marcha y actúe. Adoptando este papel, suelen invadirnos pensamientos en los que somos víctimas de las circunstancias, sentimos que no hay nada que podamos hacer, que la situación no depende de nosotros y que no tenemos capacidad de resolverla.
Además, en muchas ocasiones nos reforzamos culpando a los otros y a las circunstancias. En lugar de centrarnos en las variables que sí controlamos (como puede ser nuestro comportamiento), lo que hacemos es centrarnos en las variables que se escapan de nuestro alcance y que por más que queramos no controlamos. Les resultan familiares frases como “esto no depende de mí”, “no hay nada que yo pueda hacer”, “la culpa la tiene”, “es que, es que”. Y más de una vez me pregunto, ¿Para qué hacemos esto? ¿Qué nos aporta? La explicación que le doy es que en el momento sirve para justificarnos, para convencernos a nosotros mismos que tenemos razón y sobre todo para eximirnos de responsabilidades y evitar hacernos cargo (ocuparnos) de lo que sucede a nuestro alrededor. Realmente es más fácil ponerlo todo a fuera y esperar a que las cosas se solucionen por sí solas.
Pongamos un ejemplo real, sencillo y que sea clarificador: Imagínense una partida de cartas y en las diferentes actitudes que puede adoptar cada jugador. Uno de ellos, cuando ya está hecha la repartición, los comentarios que hace son “vaya mierda de cartas me han tocado, así es imposible jugar, etc.”. En este caso, el jugador pone el foco en las variables externas y que no dependen de él (en este caso el reparto de las cartas). Invierte su energía en quejarse y lamentarse y se olvida de lo más importante que es su actitud, es decir, decide posicionarse como víctima de las circunstancias. Adoptando esta postura, lo que acabas obteniendo es una sensación de impotencia y el convencimiento de que no hay nada que puedas hacer. Por lo tanto, parece que antes de iniciar el juego, la partida ya está perdida.
La otra opción que tenemos y que en muchas ocasiones dejamos olvidada en el baúl de los recuerdos, es adoptar el papel de protagonista. De esta manera, lo que hacemos es centrarnos en lo que sí que depende de nosotros. En este caso, sí que tenemos la capacidad de buscar opciones para mejorar las situaciones y poner el foco en nosotros mismos, es decir, en lo que sí que está en nuestras manos cambiar y que se refiere nada más y nada menos que a nuestra actitud. Y así, aceptamos la situación de la realidad en la que nos encontramos y nos vemos con el poder de modificarla a través de nuestras acciones. Nos responsabilizamos y nos ocupamos de que las cosas sucedan y decidimos qué hacer y cómo hacerlo en cada momento. Siguiendo con el ejemplo de la partida de cartas, en este caso tendremos a un jugador que cuando se haga el reparto de las cartas y vea la baza que tiene (sea buena o sea mala), asumirá que las cartas que le han tocado son las que son (eso no lo puede cambiar). Y ante esa situación, adoptará una actitud positiva (nada catastrofista) y se centrará en cómo jugar la mano de cartas que le ha tocado.
Les invito a que sean protagonistas de sus vidas, a qué se pongan la camiseta y salgan a jugar el partido. No se queden en el banquillo, como espectadores y esperen a que las cosas sucedan como por arte de magia. Es importante que aprendamos a dejar de quejarnos de las circunstancias y evitemos estar constantemente poniendo escusas. Aprendamos a invertir nuestra energía y tiempo (tan valioso en estos días) en lo que sí que está en nuestras manos cambiar y trabajemos sobre nosotros mismos que es donde sí que tenemos capacidad de influencia.